Edward Rojas en Achao, 1978

Edward Rojas en Achao, 1978

Mi primer encuentro con el Archipiélago fue cruzando el Canal de Chacao en una frágil lancha de madera. El mar estaba florido, y al ver la verde Isla Grande flotando sobre el agua, y la Cordillera de los Andes con sus nieves eternas cayendo al mar, quedé embrujado por su paisaje, porque para mí fue como si mi propio, agreste y desértico paisaje, se hubiese llenado de agua, de ríos, de lagunas, de bosques siempre verdes. Y el azul del cielo nortino se hubiera llenado de luz y nubes de colores.